A los escopeteros a los que sólo les va tirar y no mirar a qué, este artículo les podrá parecer aburrido e incluso un peñazo más de gestión, puesto que no incluye consejos para aprovechar mejor la berrea, pero a los cazadores con un poco más de inquietud les podrá valer para conocer un poco más a nuestros ciervos y, por qué no decirlo, les ayudará a mejorar en sus posibilidades de caza de esta bella especie.
Con la llegada de las primeras lluvias a finales de septiembre, los ciervos entran en celo. Éste aparecerá antes si la otoñada viene pronto y se podrá retrasar hasta entrado octubre si el agua no hace acto de presencia. Es como si los venados esperaran a tener la certeza de que habrá hierba en otoño para entrar en celo. En realidad son las hembras las que determinan la fuerza de la berrea y ellas sí que dependen de la alimentación y del estado corporal para entrar en celo. Si no tienen un mínimo de condición física el celo no aparecerá. Coincide este periodo del celo del ciervoscon el peor momento del año desde el punto de vista de la alimentación en casi toda la Península, de ahí que la llegada del agua desencadene su mecanismo. Además, la temperatura y la humedad juegan un papel muy importante en la mayor o menor disponibilidad de los machos a berrear y demostrar al mundo que son los dueños y señores del lugar.
De las ciervas depende todo
Dado que son las hembras las que dictan cuándo y cómo se produce la berrea, su número y comportamiento dictarán las pautas de la misma. Si el territorio en el que cazamos tiene una cantidad excesiva de hembras, lo normal es que la berrea sea floja desde el punto de vista del ruido. Muchas hembras para un solo macho y poca competencia harán que éste no tenga que declarar su presencia a otros machos. Los ciervos no berrean de placer, sino como mecanismo para evitar tener que luchar cada cierto tiempo con otros machos. Si se hacen notar, avisan al resto de su presencia y capacidad, evitando tener que pelearse.
Si las hembras se distribuyen a lo largo de todo el coto, al tener abundante comida por las lluvias tempranas, los machos estarán por todos lados, pero berrearán con más frecuencia para señalar a los demás que poseen un grupo de hembras y que están dispuestos a defenderlas. En cambio, en aquellas fincas donde se suplemente alimento en unos pocos lugares, las hembras se concentrarán y, por ende, lo harán los machos, cambiando incluso su estrategia de defensa de un harén por la de defensa de un territorio. Dado que ellas tienen que venir -sí o sí- a comer, resulta más productivo defender el comedero que andar detrás de ellas. Incluso es rentable defender el camino al comedero para aparearse a su paso del encame a la comida.
El celo del ciervo altera los patrones de comportamiento de los machos, que llegan a dejar de ingerir alimento alguno, pero mantiene las mismas rutinas para las hembras, que no es otra que buscar alimento. Si éste se encuentra disperso, se dispersarán, mientras que si éste está concentrado, se agruparán, y con ellas el celo de los machos.
Alimentación suplementaria y sus efectos
La existencia de una alimentación suplementaria en pocos puntos del coto da lugar a una serie de efectos que hay que tener en cuenta desde el punto de vista de la caza y la gestión. Como punto positivo, concentra a los animales y permite una caza mucho más fácil, incluso demasiado artificial para muchos cazadores. Pero para la gestión facilita la realización de los cupos, en especial en fincas donde el monte es muy cerrado.
Sin embargo, los inconvenientes pueden ser mayores. En primer lugar, la concentración supone aumentar el número de encuentros entre machos que pretenden copar esos territorios de alimentación, dando lugar a numerosos choques que suelen terminar en roturas de cuernas. Es típico de fincas con alimentación artificial que el número de venados con puntas rotas sea mucho mayor que el de fincas sin suplemento alimentario.
Por otro lado, la existencia de pocos puntos de alimentación produce una concentración de hembras, las cuales quedan acaparadas por pocos machos, menos de los que debería en otras condiciones, y por ello reduce la transmisión de genes a unos pocos para la siguiente generación. Menos heterogeneidad supone a la larga un problema serio.
Además, esa concentración y superabundancia de hembras para un solo macho da una ventaja competitiva a machos jóvenes que, en principio, el señor del harén no acosa con la misma vehemencia que a otros machos más fuertes, pudiendo de este modo aprovechar sus descuidos para acceder a hembras en la periferia del harén. En condiciones normales esos machos no accederían a la reproducción.
Caza de trofeos y selectiva
Hay quien considera la berrea como un buen momento para abatir los mejores trofeos y quien considera ésta como una buena ocasión para acometer la caza selectiva de machos. Lo cierto es que la bondad de una u otra medida dependerá de los objetivos del coto y de la forma de cazar que se tenga.
Si sólo se caza la finca a rececho para trofeos, es evidente que habrá que concentrar nuestro esfuerzo en berrea a los machos trofeo que, por su edad y experiencia, desaparecerán del mapa el resto del año. Cuando se termina la berrea su captura puede volverse casi imposible. Por el contrario, en las fincas en las que además se caza en montería, se puede dedicar la berrea a retirar animales que no cumplan con nuestro estándar.
Respecto a la caza selectiva de machos habría mucho que decir, puesto que los criterios utilizados no siempre producen los efectos deseados. En primer lugar, se ha demostrado que hay venados que de jóvenes presentan cuernas mediocres en comparación con la media y de adultos son grandes trofeos, mientras que hay otros que de jóvenes superan la media y luego no destacan de adultos. Lo que sí parece cierto es que el macho que de joven tiene unos buenos pivotes y éstos se encuentran bien separados, posee los cimientos para una buena cuerna, mientras que otro que posea unos pivotes finos y juntos tendrá más complicado dar un buen trofeo.
Sea cual sea el criterio de selección elegido, lo que es muy importante es mantenerlo a lo largo de una serie de años para que surta efecto: de nada vale aplicar como criterio este año el tamaño de la roseta y el año que viene lo cambiamos por la longitud de las varas, el número de candiles o cualquier otro criterio.
De cualquier modo, la obtención de grandes trofeos es una cuestión de comida y genes, siendo complicado cuantificar cuánto se debe a cada factor. Más alimento supone mejores cuernas, sea éste natural o artificial, y por ello la densidad de hembras tiene una influencia tan alta en la calidad de grandes trofeos. A mayor densidad de hembras peores trofeos en los machos, al ser éstas las primeras competidoras por el alimento.
Además, una mayor abundancia de hembras permite a machos con cuernas mediocres acceder a la reproducción y transmitir sus genes a la siguiente generación.
Tan sólo las fincas que son capaces de mantener poblaciones equilibradas con su medio y con números adecuados de hembras y machos podrán disfrutar de grandes trofeos y de berreas excepcionales.
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